Mi Alter ego y Yo somos 3 – Toma 5

Leí el texto, sin pretextos, tratando de aclarar la luz y sin pegarme demasiadas bofetadas entre puntos, comas y exclamaciones. Por más que yo, pretencioso, tratase a mi obra de teatro sobre el sino y el destino de joya, mi audiencia de dos respondió con un pateo a 4 patas… y eso que la 3 estaba descalza y el Alter en pantuflas de tigre a rayas con el ombligo al aire.

Con el morro torcido, ninguno de los dos articuló palabra, aunque entre los dos acumulaban seis idiomas y los tacos se les daban de lujo. Jjhhbtkdamnlmfuk! Esa jerigonza insultante también.

Tras romper los 2000 ó 3000 correspondientes frentes de fuego, con mi casco azul de paz repintada y su emblema –que en blanco hospital proclamaba U.N.– intenté pedir árnica, pero la primera entrada lanzada por la 3 me sacudió en plena línea de flotación.

3: –¡Toma, por idiota!… ¡¿Cómo se te ocurre largarnos una obra de muertos-muertos a dos seres vivos-vivos que colean por este mundo de vivos y coleantes, de sol a sol?! ¡Métete lo de la rabina charlatana, el obispo gordo, el imán de pelo hirsuto y el argentino que da la barrila con el Zen y el budismo hippy… por ahí mismo. ¡¿Si vivos ni se escuchan ni se les escucha, tú crees que muertos van a barruntar algo lo suficientemente interesante como para que el sino enmiende sus dislates y el destino llegue a tomar nota?! Además, con el tejemaneje entre el sino y el destino, no se juega. ¿Acaso eres capaz tú de delimitar dónde empieza el uno y acaba el otro?

¡Tierra trágame! No les doy más detalles porque se me escapan las sangres por los poros de los pómulos. ¡Eso son cachetes, tío!

Comiéndose unos buñuelos de nata a puñados y sin asomo alguno de ir a convidar a los demás, Alterio jugó por un rato a darme la callada por respuesta. Si bien, al final, a boca llena, me espetó:

A: –La próxima vez que andes por ahí con una aventura teatral entre pierna y pierna, el texto me lo dejas a mí. ¿Razones? Unas cuantas. Para empezar, yo sé escribir y tú apenas burratajeas como un colegial. Al margen de eso, yo, sabedor de cómo está el patio, no me meto en los follones de las religiones y menos aún en el panteón de las almas muertas. Vade retro.

Me sentí más solo que Cascorro en Cuba. Sin lata de petróleo que echarme entre pecho y espalda, di la contienda por terminada, la perla de la corona por perdida y me puse por montera el simple hecho de que el Maine lo agujerearon los yanquis desde dentro en la calma chicha que ofrecía el puerto de La Habana en 1898.

Desolado, pero ligero de cascos en mis soledades, me largué a la calle. El mejor café de mi barrio lo ponen en El Cubanito. Pero no, con el empate a uno entre el Madrid y el City que no satisfizo a nadie, y el lleno hasta la bandera, cambié de rumbo. Anduve, anduve… y al final “andé”, haciendo ochos por la ciudad, como solía hacer Delibes por su Campo Grande vallisoletano.

Con la cabeza en las nubes, aterricé en La Pampa. Desde fuera, las carnes del Gaucho olían bien. Dentro, mesas llenas. Como en las pelis –que en el fondo ni son comedia, y menos aún románticas– una tía de 30 años, despampanante, culta y elocuente, habiendo oído mi charlita con el mesero, muy educadamente y libre de bagajes colaterales, me ofreció compartir mesa… si es que yo quería, claro. Flechazo en el centro de la diana. Arcos y violines cupidenses incluidos. ¿A mis años pasan esas cosas? Pues sí.

Las voces interiores de la Santa Campaña, allá lejos, a lo suyo:

3: –Ojo que esa pava puede ser una…

A: –Chaval, no seas fantasma. No seas garrulo. Si vas por ahí… tú mismo; que te den. No vuelvas luego llorando.

Analía Krasser se presentó a la primera y, sin parpadear, me deslizó que era psiquiatra, en ejercicio. Nacida en Buenos Aires, criada en Princeton, New Jersey y, ahora, en Los Madriles, por razones obvias. Judíos todos sus antepasados, baqueteados, perseguidos y casi extinguidos en Alemania.

Desde aquel principio marcado por la carne, el vino mendocino y el chimichurri, nos hemos estado viendo a diario. ¿Me imaginan ustedes a mí de paciente? ¿De paciente impaciente? ¿De paciente de pago? Ya les iré deslizando algún que otro detalle tangible, amoroso… carnal.

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