Mi Alter ego y Yo somos 3 – Toma 11

El 1º de mayo tocó a mi puerta con una fuerza superior a cualquier 1º de enero.

Después de un mes de “retiro espiritual” en el talego, nos pusieron de patitas en la calle. Falsa alarma. De aquella guisa, los trotskistas me llenaron hasta el cotudillo de pura mierda, sí, pero con sus pistolas de madera y sus bombas de confeti, llegaron a mandar un mensaje claro y contundente al mundo entero. Si bien, como siempre, la prensa y los medios lo silenciaron, como una película de Buster Keaton. Madera, más madera. El “peligroso complot”, señores, parece ser que sucedió a mis espaldas mientras inocente yo dormía… aunque encontrase uñas rotas y pelos largos de rubias militantes pegados a los cuellos sobados de mis camisas de Cortefiel.

La eclosión de la primavera, la despedida a las alocadas lluvias de abril y el simple hecho de escuchar la Internacional por el hueco parroquial de la escalera, me hizo sospechar un aire cambiante en el hemiciclo de la vida diaria.

La 3 hizo mutis por el foro. Yo me retiré, como el avestruz, a la lejanía de mis aposentos y, viéndose con libertinaje plenipotenciario, Alterio dejó saber a todos –incluidas las cotorras de la escalera– que el toro que más meaba en nuestro cortijo, precisamente, era él. Yo, nada; de comparsa.

Con la anarquía elevada a patadas por el culo a la fumata blanca del poder, el vodka finlandés corría generoso por los pasillos. La balalaica se oía por los recovecos de la sala y los puños cerrados te saludaban con expresiones caucasianas detrás de las puertas.

Amigotes de una noche, fulanos de una farra, pulgones de horas bajas dispuestos a engordar. Como pagaba Yo, hasta las cajetillas desfilaban del cartón tal que si fuesen ocas blancas de paso. Chesterfield. A base de fumar de gratis y de pegar la gorra, los bakunianos… y las bakunianas, a solas y en comité, vaciaban la nevera para que se llenase sola.

No sentí necesidad de recurrir ni al consuelo ni a los refuerzos que en principio podría proveer la 3, con mano –aunque le pese– izquierda. Tiré de la manta y en un abrir y cerrar de ojos, los mandé a todos a tomar por… el alivio del ventisquero que los empujó de un soplo hasta Siberia. ¡Gorrones! ¡Caras! Abonados al quítatelo tú de la boca para que coma yo a dos mofletes.

Desactivada la revolución y el cachondeo castrista, me armé de fuerza y con 4 fotos de intimidad quasi-escandalosas, aproveché para presentarle oficialmente a Alterio a mi querida y amada Analía, la reina de mis días, la que llevaba ya años de silencio y secretismo siendo mi novia, mi futura y única esposa.

Analía Krasser, psiquiatra de profesión, muy abierta… de mente, juntó las piernas y solemne, escuchó las sandeces que A le fue lanzando a propulsión. Si a mí me encantaba la Dra… a él también. Lunes, miércoles y viernes… él podría echar una mano. ¿Será posible? Anarquista, jeta y chupón. ¡Manos fuera! Ciao. Ci vediamo.

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