Mi Alter ego y Yo somos 3 – Toma 3

Beligerante, dispuesto a partirle a mis dos secuaces el trasero en cuatro cachos, ni El Escorial, ni Conde Peñalver, ni la Playa en Castellón.

Consciente de que Alter andaba por ahí, fuera, la 3 quiso imponer, pedante, su premisa primera, primordial, capitalina.

Yo, tragándome el sapo de que estos dos sinvergüenzas me habían chafado mi aspiración infantil de conseguir respirar a fondo el aire puro de la sierra felipina, intenté asimilar la cresta dura de la derrota en Trafalgar al reconocer que estaba en minoría total y absoluta. Si yo no me salía con la mía, ella tampoco.

Enfadada por no salirse con la suya, la caprichines se largó a darse un voltio por El Foro.

Con menos humos y hambrienta, no tardó en volver… a mesa puesta.

Con la escafandra y las aletas colocadas, el Alter se presentó cargando como un búfalo por el pasillo, listo para embutir de libros, cepillo y pasta de dientes su mochila veraniega.

A modo de bandera blanca, la 3 alzó hasta las fosas nasales de Alterio la suculenta sepia al ajillo que acababa de improvisar yo. Como siempre, el que se lo curra es uno… ni dos, ni 3; si bien, ¡hay que ver lo que el trio calaveras disfrutamos a tres bandas!

Con el estómago lleno, me preguntaba si serían capaces de encender esos dos Mosqueperros la enjundiosa pipa de la paz.

Lamentablemente, por una vez y sin que sirva de precedente, fui yo el que no le dio cabida a la concordia.

¿Qué hacer con los cuatro duros que me dejaron mis padres a mí, que no a esos dos usurpadores…? Esa es la cuestión, querido William.

Definitivamente, ni soñado chalet piloto, ni bungaló en la playa castellonense y, menos aún, querida, pisazo propio en el Barrio Salamanca. ¡Ya vale! Por ahí no van los tiros. Me la juego: Señores, la herencia de mis ancestros va de patitas al teatro.

Diarrea. Estupor.

Yo: –Dejad de cagar a dúo, que huele el doble. Cortad el rollo. La pasta va al teatro y no se hable más. Allá que vamos.

A: –Irás tú. Nosotros te vamos a hacer frente. Yo de frente y ella de… popular.

Oír y ver cómo la extrema izquierda requemada y la serpeante extrema derecha centristo-cerril son capaces de ponerse de acuerdo haciendo de mí ese enemigo común con cara de imbécil y pata de palo, me sacó de quicio y me rellenó la vesícula de bilis verdosa. Al ir a por ellos como un Vitorino, al unísono, resultó que la ciática pudo conmigo y, como un saco de garbanzos, me fui al suelo como un pelele que cojeaba de la izquierda.

¿Alguno de ustedes puede echarme una mano… que no sea al cuello? Yo quiero, tozudo, presentar mi obra de teatro sea como sea, aunque en este caso, ni con Fuenteovejuna salgamos todos a una. Échanos un cable en esta brega, tú que puedes, Lope. Acuérdate de tus hijos… de los quince desheredados que dejaste aquí en tu Madrid.

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